PREMIO ANTONIO DELGADO
ADRIANA MOSCOSO DEL PRADO HERNÁNDEZ
AÑO 2023
En el marco de la X edición del Premio Antonio Delgado (2023), la Junta Directiva del Instituto Autor decidió por unanimidad otorgar el galardón a Adriana Moscoso del Prado Hernández, que en el momento de su elección acababa de cesar voluntariamente como Directora de Industrias Culturales, Propiedad Intelectual y Cooperación del Ministerio de Cultura. El premio es un reconocimiento a su amplia carrera profesional relacionada con la defensa y la promoción de los derechos de propiedad intelectual, su decidida vocación de servicio público al servicio de la propiedad intelectual y las industrias culturales, habiendo participado o impulsado importantes iniciativas, proyectos culturales y legislativos, como el Estatuto del Artista o la Oficina Española de Derechos de Autor y Conexos, sin olvidar su apoyo, cariño y colaboración con el Instituto Autor manifestado especialmente en su etapa al frente de la Dirección General mencionada y queremos pensar que constituye un buen broche para el final de esta etapa. No obstante, estamos absolutamente seguras que Adriana continuará siempre llevando la bandera de la promoción de la propiedad intelectual .
¿Cuál es el valor de la propiedad intelectual en la sociedad? ¿cómo contribuye la cultura a la evolución humana?
No es casualidad que el derecho de autor surja como concepto jurídico en un momento de la historia de Europa en donde las ciencias morales tornan la vista hacia el individuo, aparece el concepto de los derechos del ciudadano o derechos humanos y la cultura europea -como brillantemente explica mi admirado y también premiado Orlando Figes- experimenta un desarrollo espectacular. La aparición de la imprenta es la primera espoleta de ese desarrollo, la difusión de la cultura por el viejo continente se acelera y de ese modo los creadores, los artistas, también los editores, se benefician de tener a su alcance las obras de colegas de otros países. Algo que, por supuesto había ocurrido desde la antigüedad, no sólo en Europa, sino en todo el mundo, pero que con los avances de la tecnología, con la aparición de la imprenta en particular, se acelera de manera exponencial. Como consecuencia de ese florecimiento de la cultura y esa aceleración de su difusión surge una incipiente industria en torno a los escritos, los grabados, las partituras… Estamos en el origen de lo que hoy llamamos las Industrias Culturales y Creativas.
La cultura es vital para la evolución humana porque es aquello que producimos como animales sociales que somos, para relacionarnos con los demás, transmitir nuestro mensaje al mundo, compartir nuestras emociones, sentir el efecto sanador de la belleza en una canción, una pintura. También es el legado que dejamos a los que vienen detrás de nosotros, la información que les pasamos para que puedan vivir un poco mejor, los códigos que les transmitimos para entender de dónde vienen y proyectar su futuro.
Y el derecho de autor es el sistema que protege todo eso. Por un lado, reconoce al creador unos derechos sobre su obra, como si de una propiedad se tratase. De hecho, a mi juicio, es la propiedad que mayor justificación y legitimación merece. Esos derechos le permiten poder vivir de su creación, poder dedicarse a ello en exclusiva, permiten también que se construya todo un sistema económico en torno a ello y, con todo, asegurar que ese legado que mencionaba más arriba se pueda dar. Por otro lado, puesto que lo que protege la propiedad intelectual es tan trascendental para las sociedades humanas, se configura como un derecho individual limitado en el tiempo, para que las obras creadas gracias al mismo puedan, llegado un momento, ser patrimonio de toda la humanidad y garantizar así el progreso de la sociedad. Ciertamente, es un invento genial.
¿A qué retos crees que se enfrenta la Propiedad Intelectual actualmente? ¿Cuál es su futuro inmediato?
En esencia, creo que el reto más importante es, vestido de otra manera y con grados añadidos de sofisticación, el mismo de siempre. El creador juega el rol más débil en lo que hoy llamamos la cadena de valor de la economía cultural. A partir de la obra artística se configura todo un mercado que con el paso de los años se ha ido haciendo más y más complejo e importante en términos de peso en la economía de los países y de su influencia en el mundo. Esto provocó en su momento el surgimiento de nuevos derechos de propiedad intelectual para proteger la inversión económica de ciertos intermediarios, como el productor, el editor, y también de los artistas, lo que conocemos como derechos conexos.
La gestión colectiva surge para reequilibrar en parte esa posición inicial de debilidad del creador frente a los agentes del mercado que basan su negocio en la comercialización de sus creaciones, de manera similar a la labor de los sindicatos con las patronales, puesto que negocian colectivamente una remuneración por su trabajo y defienden también colectivamente sus derechos. La gestión colectiva ha evolucionado mucho en las últimas décadas, sin duda se ha hecho más compleja, no hay espacio aquí para detenerse a analizarla con detalle, pero esa esencia de defensa conjunta de los derechos de los autores se mantiene hoy y es igual de relevante, sino más, que a finales del siglo XVIII.
Hoy, algunos mercados como el musical o el audiovisual han sufrido concentraciones que han hecho surgir grandes empresas globales con presencia en todos los rincones del mundo. El desarrollo de internet y el surgimiento de plataformas online de difusión de contenidos musicales, audiovisuales y de artes visuales, principalmente, ha acentuado esa concentración. A nivel mundial hace más compleja la negociación para los creadores y sus sociedades y ellos necesitan también dotarse de estructuras supranacionales.
Si tenemos en cuenta que esas plataformas han traído la solución a la crisis estructural del sector cultural que padeció a principios de siglo con el surgimiento de internet y la piratería online y le sumamos el hecho de que su surgimiento y posterior crecimiento no se ha producido en un contexto de competencia rica en el mercado sino más bien todo lo contrario, el resultado ha sido una consolidación de su posición de dominio. Hoy son un puñado de empresas globales que se cuentan con los dedos de una mano las que controlan el mercado de contenidos online.
Por lo tanto, considero que el derecho de autor se enfrenta, en primer lugar, al mismo reto por el que nació, es decir, servir al creador a la hora de poder ejercer su trabajo en condiciones dignas y no dejarse explotar en el desarrollo de su carrera profesional, evitando en la medida de lo posible el abuso de posición de dominio de aquellos con quienes tiene que negociar. La complejidad añadida es que, hasta hace unas décadas, los autores tenían que llegar a acuerdos con empresarios que hablaban su mismo idioma, residían en su mismo país y estaban sometidos a sus mismas leyes y fiscalidad. Hoy en día, en el contexto digital, muchas veces esos empresarios ni hablan su idioma, ni residen en su país ni, sobre todo, se someten a sus mismas leyes. De ahí que, en mi opinión, la gestión colectiva esté llamada a jugar un rol fundamental en ese tablero. Pero al mismo tiempo creo que es un asunto que trasciende el contexto exclusivo del derecho de autor y demanda respuestas desde otras esferas. Es una cuestión de relevancia nacional y europea que exige políticas al respecto.
El contexto digital en el que nos hallamos inmersos trae también otros desafíos. Por ejemplo, internet se ha mostrado como una herramienta fantástica para dar salida a la creatividad más diversa y que ésta encuentre públicos en todo el mundo. En el ámbito de la música, tenemos muchos casos de artistas que han triunfado primero en Youtube por ejemplo y luego han firmado con una discográfica, han empezado a dar conciertos y han alcanzado un éxito global. Creo además que esa facilidad para dar salida a los contenidos ha favorecido por ejemplo a la música en español frente al predominio de la música anglosajona durante décadas, cambiando una tendencia del mercado que parecía inamovible. Pero existe también un riesgo de que esa concentración del mercado digital a la que hacía referencia sumada a la tecnología utilizada para atraer públicos a través de algoritmos diseñados para ello haga cada vez más difícil que los pequeños repertorios encuentren su público y con ellos sobrevivan las pequeñas y medianas empresas que, en cada país, garantizan la subsistencia de la diversidad cultural y descubren a los nuevos talentos, ya sea en la música, en el audiovisual, en el teatro o en las artes visuales. Considero que aquí, nuevamente, las políticas públicas de apoyo a las Industrias Culturales, tanto a nivel nacional como de la Unión Europea, son fundamentales.
Y por último, la Inteligencia Artificial de la que tanto se habla últimamente. La Inteligencia Artificial se nutre de lo creado por los humanos, incluidos por supuesto aquellos contenidos creativos protegidos por derechos de autor. Aquí se abren varias cuestiones, algunas de orden más filosófico y otras más prácticas. En primer lugar, si no “das de comer” a modelos de Inteligencia Artificial generativa como Chat GPT con contenidos creados previamente por seres humanos, no puede “generar” nada. Por lo cual, si no proteges la propiedad intelectual en estos contextos llegará un día en que se habrá terminado la “comida” y ChatGPT morirá de inanición. Para que el derecho de propiedad intelectual pueda desplegar sus efectos hace falta que se dé el objeto de protección, y ese “objeto” no es otra cosa que una creación intelectual creada por un ser humano. La propiedad intelectual debe por lo tanto de protegerse en el contexto de la Inteligencia Artificial y debemos de poder diferenciar claramente aquellos contenidos generados por Inteligencia Artificial de los generados por humanos. Esto además va a ser importante, no sólo por cuestiones de propiedad intelectual, sino por cuestiones de seguridad, de gobernanza, de salvaguarda de nuestras democracias. Yo confío en el sistema jurídico de protección de la creatividad que tenemos, confío en las instituciones nacionales e internacionales de las que nos hemos dotado y creo que vamos por buen camino en Europa para alcanzar un marco regulatorio de la Inteligencia Artificial que ponga al individuo en el centro de la protección y considere a la Inteligencia Artificial como lo que es, una herramienta tecnológica que puede ser muy útil si se pone al servicio de la creatividad, del progreso social y económico y se definen claramente sus contornos. En este punto, me enorgullece que sea una vez más la Unión Europea la que este marcando el camino con el futuro reglamento de la Inteligencia Artificial en donde el trabajo realizado hasta ahora por el Parlamento Europeo ha sido pionero.
Trayectoria personal
Adriana Moscoso del Prado es licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid y Master of Law (LLM) por la Universidad de Columbia (Nueva York). Su carrera profesional ha estado siempre ligada a los derechos de propiedad intelectual e industrias culturales y creativas. Ha sido responsable del Departamento Jurídico de la Sociedad Estatal para la Acción Cultural en el Exterior (SAECEX) y Directora de Asuntos Jurídicos y Públicos de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores (CISAC) desde 2016 hasta 2018. En el año 2010 fue coordinadora del Instituto Autor y en el año 2014 fue nombrada Secretaria General de esta misma asociación, cargos que compatibilizó con el de abogada en el Departamento Jurídico de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).
Entre junio de 2018 y abril de 2023 fue Directora General de la Dirección General de Industrias Culturales, Propiedad Intelectual y Cooperación del Ministerio de Cultura y Deporte (MCD) de España. Actualmente es Concejala en el Ayuntamiento de Madrid, encargada del área cultural por el PSOE.